¿Qué significa comer y beber indignamente?
La iglesia ha interpretado de diversas formas la palabra “indignamente.” El primer error es tomar el término como un adjetivo en lugar de tomarlo como un adverbio. Por lo tanto, algunos creen que deben ser “dignos” para poder participar de la Cena, en otras palabras, tienen que haber vivido una vida pura y ejemplar antes de venir a la mesa. Es una realidad que muchas iglesias han enfatizado la necesidad de una examinación introspectiva profunda o una examinación eclesiológica (i.e. la examinación proveniente de un ministro o pastor) antes de participar de la comunión, y no hay nada de malo con tal práctica. Puede ser una buena práctica. No obstante, esta práctica puede crear una cultura en la que muchos decidan no participar de la mesa del Señor porque se sienten “indignos” por sus debilidades o puede ser que no participen de la comunión hasta que reciban absolución de alguien más.
Pero la palabra que Pablo usa en 1 Corintios 11:29 es “indignamente” o “en una manera indigna,” el adverbio describe la manera en la que la persona come; no describe el estatus o condición de la persona que está comiendo. En un sentido, todos son indignos de acercarse a la mesa de comunión. Nadie merece sentarse en la mesa del Rey. Todos necesitan acercarse a la práctica de la comunión con humildad y gratitud, y NUNCA debemos participar de los elementos basándonos en nuestra “dignidad.” No tenemos tal dignidad. No somos dignos, si lo que queremos decir con “somos dignos” es que hemos asegurado un puesto en la participación de la mesa del Señor.
Desafortunadamente, este pensamiento ha llevado a muchas personas a alejarse de la mesa del Señor porque son “indignos” en lugar de acercarse confiados a la mesa bajo la gracia y misericordia de Dios. Las palabras de Lutero son particularmente benéficas en cuanto a esto:
Pero imagina que dices, “¿Qué pasa si no encajo?” Respuesta: Esta es también una tentación con la que yo lucho, especialmente con la tradición antigua que está bajo el papa cuando nos torturamos a nosotros mismos para convertirnos en perfectamente puros de tal manera que Dios no encuentra ni la más mínima mancha en nosotros. Por esto, nos hacemos tan apocados que muchos concluyen: “¡No soy digno!” Después la razón y la naturaleza comienzan a contrastar nuestra indignidad con la grandiosa y preciosa bendición, y parece un lado oscuro en contraste con el brillo del sol, o como estiércol en contraste con joyas preciosas. Ya que la razón y la naturaleza ven esto, muchas personas deciden no participar de este sacramento y deciden regresar cuando se siente preparadas, y así pasan las semanas y los meses. Si decides enfocarte en cuan digno eres, y de esa manera no tengas problemas de conciencia, nunca vas a participar. El que desea gracia y consolación debe seguir adelante diciendo, “Me gustaría ser digno, pero no encuentro en mi nada digno, pero recibo la dignidad de Su Palabra, porque como él lo mando, quiero ser Su discípulo, no importa mi indignidad” . . . Si te sientes cargado y estás consiente de tu debilidad, ve con gozo a la mesa del Señor y recibe aliento, confort y fuerza.1
Cuando nos sintamos indignos o cargados acerca de nuestro “poco valor” para venir a la mesa, este es precisamente el momento correcto de correr hacia ella. No debemos alejarnos de la mesa, sino correr hacia ella cuando nos sintamos cargados con la culpa y la tristeza.
Al mismo tiempo, debemos participar del pan y el vino de manera DIGNA. El contexto especifico en 1 Corintios 11 es la división en la asamblea. Los ricos estaban comiendo sin los pobres. La asamblea estaba dividida por factores socioeconómicos. Los corintios comían de manera indigna cuando comían en grupos que estaban divididos y en contra unos con otros. Pablo no sugiere un tipo de introspección privada como solución a este problema. Por lo contrario, comer dignamente es una instancia comunal y pública. La iglesia come y bebe “dignamente” cuando come y bebe como un solo cuerpo.
Desafortunadamente, algunos otros piensan que “indignamente” se refiere a los pensamientos privados que cada individuo tiene al participar. Para algunos, los creyentes comen y beben “indignamente” cuando, por ejemplo, no están lo suficientemente concentrados en la muerte de Cristo, o cuando no “disciernen” el cuerpo en el pan y la sangre en el fruto de la vid, o cuando no meditan en silencio, o están pensando en otras cosas, o no están reflexionando en sus pecados y pidiendo perdón a Dios. En otras palabras, para los que piensan de esta manera, “indignamente” tiene que ver con concentrarnos en lo correcto a la hora de participar.
Definimos “indignamente,” muchas veces por nuestras ideas preconcebidas de lo que creemos que es la Cena del Señor. Vencer estas ideas requiere que primero tengamos un buen entendimiento teológico antes de que decidamos lo que significa “indignamente” en nuestro contexto contemporáneo. Así que, si pensamos que la Cena es un acto privado, silencioso e introspectivo, entonces comeríamos “indignamente” cada vez que esa “piedad” sea violada con nuestros actos (como cantar, hablar, convivir, orar o leer la escritura durante la cena).
En el contexto bíblico, el énfasis de “indignamente” es comunal. En este contexto, comer indignamente es comer en tal manera que niega el mensaje del evangelio que es proclamado en la mesa. En Corinto, negaban el mensaje del evangelio por sus divisiones sociales y económicas en donde los ricos comían antes que los pobres. También, comían en dos diferentes mesas – la mesa de los demonios y la mesa del Señor (1 Corintios 10:14-22). Aunque participaban de la mesa del Señor, ellos negaban el evangelio con sus inmoralidades e idolatría.
“Indignamente,” por lo tanto, no es una cuestión cognitiva en el momento de comer y beber. La consecuencia de este enfoque es que nos cuestionamos a nosotros mismos con preguntas interminables (“¿estoy concentrado? ¿estoy distraído? ¿debo leer la Biblia? ¿bebí el vino cuidando a mis hijos al mismo tiempo? ¿puedo hablar a la persona que está a mi lado? ¿podemos cantar?”).
Más que todo, se trata de la manera en la que comemos en relación con la comunidad que nos rodea y nuestro estilo de vida. ¿Participamos de los elementos con una doble moral? ¿Participamos de la cena en comunión con Jesús y con sus discípulos? ¿Tenemos prejuicios contra algunos hermanos en Cristo mientras comemos? ¿Participamos de la cena sabiendo que al siguiente día saldremos a buscar nuestros intereses sin tomar en cuenta a los demás? ¿Tomamos la cena sabiendo que nuestro estilo de vida deliberadamente negará el mensaje del evangelio el resto de la semana? Comer de esa forma es comer y beber condenación para nosotros mismos.
Fundamentalmente, comer “indignamente” es similar a vivir “indignamente” (Filipenses 1:27). Mientras vivimos, tenemos que vivir representando el mensaje del evangelio de Cristo. La Mesa debe reflejar el evangelio; debe reflejar el carácter del anfitrión de la cena, Jesús. Cuando nos sentamos en la mesa en una forma que niega el mensaje del evangelio, comemos indignamente. Participamos “dignamente” cuando reflejamos el evangelio en la mesa del Señor, y el anfitrión nos recibe con su gracia, Jesús el Mesías de Dios, y experimentamos la comunión con el Espíritu Santo mientras participamos en la presencia del Padre.
1. Martin Lutero. “Catecismo Largo” en El Libro de Concord: Las Confesiones de la Iglesia Evangélica Luterana (Philadelphia: Fortress Press, 1959), 471.
2. Reflexiones en su mayoría del libro, Come to the Table [Ven a la Mesa] de John Mark Hicks (Leafwood Press, 2001).