Los teólogos y las teólogas tienen un llamado especial dentro de la iglesia. Antes de ser buenos eruditos, investigadores, lectores concienzudos o hábiles expositores de la verdad divina, deben ser hombres y mujeres de oración. Los primeros “teólogos” de la tradición cristiana fueron denominados así porque eran personas que procuraban una profunda íntima comunión con Dios.