En la antigüedad, la iglesia generaba escándalo. Una sociedad que permitía el rechazo de los niños recién nacidos se escandalizaba por una comunidad que los salvaba de una muerte segura. Una sociedad que despreciaba las palabras de una mujer se veía contrarrestada por un grupo de personas que fundaba su fe en el testimonio de las mismas. Pero con el tiempo se fue normalizando los buenos hábitos de este grupo que escandalizaba y ahora son ellos los que se escandalizan. ¿Cuál es el problema con una iglesia que se escandaliza?
Una iglesia que se escandaliza es el mejor medio para un marketing inescrupuloso. Aunque no soy artista, si yo quisiera publicidad gratuita, sólo bastaría con aludir de manera contraria a los valores cristianos para que mi película, canción u otro producto se haga tendencia, haya una que otra condenación al infierno y, lo más importante de todo, mi objetivo logrado, se habla de mi arte. En una sociedad que cada día más valora el fin por encima de los medios, soliviantar los ánimos cristianos para obtener publicidad sin costos adicionales, no parece un mal negocio. Tal vez ignorar, no contribuir a esta maquinaria que juega con las creencias para hacer publicidad, sea una mejor forma de lucha que escandalizar y ser un paladín de la fe del siglo XXI.
Una iglesia que se escandaliza genera islas de incomunicación. Es suficiente ver las redes sociales para entender la polarización y el narcisismo que se vive actualmente. Imagina ahora presentar una opinión contraria de una manera escandalosa, arbitraria y, en ocasiones, burlona. En lugar de incentivar el diálogo, las diferentes reacciones que se generarán serán una bola de nieve de odio y rencilla. Lo que hoy se llama debate, incluso algunos llaman apología, no es más que una pelea de gallos buscando doblegar al oponente con argumentos llenos de falacias. Si de verdad quiero contribuir a la mejora social, necesito encontrar una manera saludable de expresar mi posición ante la vida de una manera que permita el diálogo con aquel que piense diametralmente opuesto a mí.
Una iglesia que se escandaliza no contribuye al avance del Reino. Algo tengo claro, el Reino de Dios avanza con o sin mi ayuda, pero Dios permite que pueda trabajar para su construcción. Cuando, como iglesia o en nombre de ella, me escandalizo por un beso, una bandera, un acto “sacrílego”, y animo a otros a que se escandalicen, animo a que “defiendan” los valores cristianos, no contribuyo al avance del Reino, no aporto a que Dios impacte en la vida de estas personas, en su lugar, genero un campo de batalla, una guerra sin cuartel, donde el más perjudicado es aquel que se aleja más de Dios por el peso de sus argumentos, sea de este bando o del otro. Yo quiero construir para el Reino de Dios y no veo en mi actitud escandalizada materiales necesarios que me ayuden a construir.
Puede surgir la apelación de que no nos podemos cruzar de brazos. Algo que estoy totalmente de acuerdo, pero actuar en pro del Reino no es igual a hacer arder en llamas las redes sociales, tabloides y una que otra bandera. El escándalo venía de otros por lo que hacía la iglesia ¡las puertas del Hades no prevalecían contra su iglesia! Reflexionando sobre nuestros actos, quién sabe si por dejar de escandalizarnos de sus acciones, ellos se escandalicen nuevamente.
Enrique Vizcaíno es egresado del Instituto Bíblico Internacional de Texas donde obtuvo una licenciatura en Estudios Bíblicos. Actualmente finaliza otra licenciatura en Teología en el Instituto Baxter de Estudios Bíblicos y Culturales. Tiene cinco años de matrimonio con Ana González y actualmente se encuentran en Colombia haciendo un Programa de Aprendizaje Misionero. Ama leer, aprender y la tradición cristiana en la que ha crecido, el Movimiento Stone-Campbell y, desde allí, trabaja para la construcción del Reino de Dios.