El imperialismo teológico

¿Cuál es la amenaza del imperialismo teológico? 

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Hay una sola iglesia universal y la iglesia es tan diversa como sus miembros. A pesar de leer los mismos cuatro evangelios, los cristianos los leen en diferentes idiomas y en diferentes contextos culturales.

 

El cristianismo nace del mesianismo judío alrededor del año 31 d.C. Nace en el Medio Oriente y luego de Pentecostés pasa a África, Asia y Europa. Durante siglos, Europa y luego Norteamérica fueron los lugares donde más influencia tuvo el cristianismo. No obstante, hoy en día la mayoría de los cristianos no se encuentran en Europa ni en Norteamérica sino en Asia, África y América Latina.

 

A pesar de que el peso del cristianismo global se ha trasladado al Sur, la mayoría de los centros de formación académica cristiana todavía se encuentran en el Norte. Gracias a la expansión del cristianismo, la afluencia económica de Europa y Norteamérica y otros factores, estos países siguen generando grandes espacios para la erudición cristiana.

 

Obviamente la iglesia católica tiene muchos centros de formación y su base en Roma. Las iglesias evangélicas también tienen un legado teológico importante en Alemania, Inglaterra y en los países del norte de Europa. Luego Estados Unidos impulsó la tarea teológica con nuevas universidades y seminarios. En todos estos años, mucho se ha escrito desde el Norte para el Norte y para más allá de sus propias fronteras.

 

Si la iglesia es una sola y es universal, ¿cuál es el problema de hacer una teología en el nombre de todos? Existen dos errores fundamentales:

 

Primero, algunos teólogos del Norte muchas veces han escrito su teología como si fuera una teología universal, obviando sus propias subjetividades culturales. En otras palabras, escriben sobre la Biblia y su aplicación como si su contexto fuera lo único que existiera.

 

Segundo, algunos teólogos y maestros del Sur por mucho tiempo han tomado y siguen tomando la erudición teológica del Norte como si fuera la última palabra de Dios para el estudio y la aplicación de las Escrituras.

 

Pablo Richard en un ensayo sobre la lectura comunitaria de la Biblia escribe lo siguiente:

Los exégetas profesionales, que trabajan en el espacio creado por la Hermenéutica de la Liberación, ciertamente leen y estudian a los grandes exégetas de la academia del Primer Mundo. Pero aquí tenemos que hacer muchas veces una distinción entre las investigaciones concretas que ellos realizan y el resultado global de dichas investigaciones. Hay muchos elementos exegéticos aislados que pueden ser útiles a nuestra exégesis, pero rechazamos el resultado global; el contexto y el espíritu en el cual dicho resultado se inscribe. En forma metafórica podemos decir que utilizamos los ladrillos, pero no la casa construida con esos ladrillos. Hay autores académicos del Primer Mundo, como por ejemplo Gerd Theissen, Wayne A. Meeks o John Dominio Crossan, que tienen estudios y observaciones interesantes y útiles, pero el resultado global de sus libros es ajeno y contrario a nuestro trabajo exegético. Tienen otro contexto, otros objetivos, sirven a otros intereses, tienen su propio mercado de circulación y venta y, lo más importante, respiran otro espíritu y cultura. Utilizamos sus ladrillos, pero no entramos en su casa. Nuestro espacio hermenéutico es diferente.
— Pablo Richard

La verdadera amenaza no es el diálogo entre teologías de diferentes latitudes ni el estudio de textos teológicos o movimientos ajenos a nuestra propia experiencia en el Sur. Tampoco es la diversidad de ideas o culturas sino la verdadera amenaza es la imposición ideológica y cultural.

 

La iglesia que fundó el Señor Jesús es una sola según Pablo en Efesios 4:4. No debemos rechazar la universalidad de la iglesia sino la universalidad de la experiencia de algunos cristianos como regla para los demás. Leer la Biblia y caminar con Jesús en Niza o Nápoles tiene que ser diferente que vivir la vida en Cristo en Neiva.

 

¿Debemos rechazar los aportes teológicos, tanto textos como experiencias de otras regiones del mundo? ¡De ninguna manera! Sería absurdo negar la valiosa experiencia de la iglesia a través de dos mil años por el lugar geográfico en lo cual se dio. 

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Como cristianos y estudiosos en América Latina, debemos interesarnos por la teología propia y también por la teología de otras latitudes. El Espíritu de Dios no se limita a revelarse ni de obrar sólo en nuestro continente americano. Debemos aprovechar la reflexión seria y concienzuda de cristianos y cristianas de todos los continentes a través del tiempo.

 

Los Padres y las Madres del Desierto nos pueden enseñar mucho sobre la oración. La experiencia de los perseguidos en Asia y el Medio Oriente puede enseñarnos sobre la perseverancia y la fidelidad. La vida y la misión de los cristianos en África tienen mucho para enseñarnos sobre la vida en comunidad. Y sí, los europeos y norteamericanos también pueden enseñarnos mucho sobre determinados temas.

 

Caemos en la trampa del imperialismo teológico cuando normalizamos la experiencia de unos pocos para todos. Sin embargo, una revaloración de lo propio no necesariamente significa un deprecio de lo ajeno. Porque todos pertenecemos al cuerpo de Cristo. Si estamos todos unidos por su cuerpo, de alguna forma, toda la experiencia con Dios y todo lo que se comunica acerca de esa experiencia llega a ser parte de quienes somos nosotros también.

 

La iglesia latinoamericana debe aprender a leer y interpretar la Biblia en su propio contexto sin depender totalmente de la exégesis de teólogos que ni siquiera han pisado el continente americano. Sin embargo, podemos y debemos usar los ladrillos que comparten nuestros hermanos y hermanas de diferentes lugares y tiempos para construir nuestra propia casa.  

 

Pablo Richard, «Hermenéutica de la liberación. Teoría para una lectura comunitaria de la Biblia». Revista Pasos. Especial Nro.: 5/1995.

 

Para leer el ensayo de Richard, hacé clic acá