Basilio el Grande era obispo de Caesarea en el cuarto siglo. Fundó lo que se considera como el primer hospital del mundo occidental, conocido como el Basiliade. Ahí se prestaba atención médica a todos: ricos y pobres, viajeros, leprosos . . . todos.
Además, en el Basiliade se encontraba un orfanato y un comedor para los pobres. Este centro de cuidados se especializaba en la medicina paliativa, es decir, el cuidado de los que se encuentran próximos a la muerte, en una época cuando muchos preferían dejar morir a los que padecían enfermedades terminales.
Pero Basilio no solamente practicaba la justicia social. También defendía la fe ortodoxa ante los ataques del arrianismo. Basilio proclamaba la doctrina de la Trinidad cuando el emperador Valente negaba la divinidad de Jesucristo y amenazaba a Basilio con exilio por contradecirle.
Como Basilio hacía oídos sordos a las amenazas del emperador, Valente fue personalmente a Caesarea para arrestarlo al religioso. Pero, al ver la obra que realizaba Basilio, el emperador terminó donando terrenos para la ampliación del Basiliade.
Al saber de la muerte de Basilio en el año 379, el arzobispo de Constantinopla, Gregorio el Teólogo, dijo, “Sus palabras eran como truenos, porque su vida era como un relámpago.”
Es lo que debemos desear nosotros: vivir vidas de relámpago que hagan que nuestras palabras sean como truenos.
Jesucristo dijo:
“Ustedes son la luz de este mundo. Una ciudad en lo alto de un cerro no puede esconderse. Ni se enciende una lámpara para ponerla bajo un cajón; antes bien, se la pone en alto para que alumbre a todos los que están en la casa. Del mismo modo, procuren ustedes que su luz brille delante de la gente, para que, viendo el bien que ustedes hacen, todos alaben a su Padre que está en el cielo.” (Mateo 5:14–16)
Si la iglesia se queda dentro de los templos y las capillas, el mundo no verá la luz divina en nosotros. No glorificará a Dios a causa de lo que hacemos.
El apóstol Pedro escribió:
“Condúzcanse bien entre los paganos. Así ellos, aunque ahora hablen contra ustedes como si ustedes fueran malhechores, verán el bien que ustedes hacen y alabarán a Dios el día en que él pida cuentas a todos.” (1 Pedro 2:12)
Nuestras vidas cristianas deben vivirse “entre los paganos,” por usar las palabras de Pedro. La iglesia tiene que salir al mundo, viviendo vidas que glorifican a Dios, y compartiendo el mensaje de salvación. No podemos quedarnos con los brazos cruzados, esperando que el mundo venga a golpearnos la puerta. No, tenemos que salir. La iglesia tiene que salir de sus edificios, salir de sí misma, para tocar este mundo necesitado.
Cristo dijo también:
“Ustedes son la sal de este mundo. Pero si la sal deja de estar salada, ¿cómo podrá recobrar su sabor? Ya no sirve para nada, así que se la tira a la calle y la gente la pisotea.” (Mateo 5:13)
La sal que no sale del salero nunca dará sabor a nada. Sin contacto, no hay impacto. Para sazonar la comida, la sal tiene que entrar en contacto con ella. Dentro del salero, no logra ninguna función. Es solamente cuando deja la seguridad del salero que la sal empieza a realizar su obra. Sin contacto, no hay impacto.
De la misma manera, si la iglesia no entra en contacto con el mundo en derredor, nunca realizará su obra. No podrá proclamar la grandeza de Dios a los no creyentes si no entra en el mundo donde viven.
Que se vean los relámpagos. Que brille la luz. Que caiga la sal sobre este mundo que se está pudriendo sin ella.
Que la iglesia salga a cumplir su misión de llevar las buenas nuevas a toda criatura.
Timothy Archer nació en Texas y reside ahí actualmente, pero pasó 15 años en Córdoba, Argentina. Hace lo posible por escribir sin acento ni tonada.
Timothy trabaja por Heraldo de la Verdad, dirigiendo los ministerios de habla hispana. Produce el programa radial Lea La Biblia que se escucha en varios países de Latinoamérica y Europa. Escribe libros y artículos en inglés y español. Su último libro se llama Church Inside Out (La Iglesia de Dentro Hacia Afuera) y enfoca la necesidad de extender los ministerios de la iglesia a la comunidad que nos rodea.
Timothy y su esposa Carolina Tolosa viven en Abilene, Texas. Tienen dos hijos (Daniel y Andrea), una gata y una perra.