El misterio de la encarnación

La tradición cristiana que viene profundizándose hace más de 2.000 años ha dejado una rica herencia de poesía para celebrar la encarnación de Jesús.

 

El prólogo de Juan, el segundo capítulo de Lucas y luego el apóstol Pablo en Filipenses y Colosenses nos cuentan del misterio que es la encarnación de Jesús.

 

¿Por qué es un misterio?

 

Misterio primeramente porque fue algo oculto que luego fue revelado a la humanidad. Isaías entre otros profetas nos dieron pequeños adelantos acerca del Mesías que habría de venir.

 

Luego, la encarnación sigue siendo un misterio porque no lo entendemos del todo. ¿Cómo puede hacerse Dios uno de nosotros, sus seres creados? ¿Cómo puede ser Jesús tanto hombre como Dios?

 

Es por eso que yo creo que la poesía es uno de los mejores medios para adentrar en el misterio de la encarnación. La prosa puede apuntar a compartir conocimientos mientras que la poesía no descuida la cabeza ni tampoco el corazón.

 

Acá les comparto algunas poesías acerca de la encarnación de nuestro Señor Jesús. 

«Y el Verbo se hizo hombre y habitó entre nosotros. Y hemos contemplado su gloria, la gloria que corresponde al Hijo unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad.»
— Juan 1:14 NVI

del Himno a la Natividad VI
de Efrén de Siria (ca. 306-373)

 

María dio luz a un bebé mudo,

mientras que en Él estaban escondidos todas las lenguas.

José lo llevó, pero escondido en Él estaba la

naturaleza más antigua que todas las demás cosas.

El Altísimo se hizo un pequeño niño, y en Él estaba escondido

el tesoro de la sabiduría que bastaba para todos.

Aunque siendo el Altísimo, tomó la leche de María,

y de sus bondades se amamanta toda la creación.

Él es el seno viviente de todo soplo viviente;

por su vida y por su muerte fuimos amamantados y nos revivieron.

Sin el soplo de aire nadie puede vivir;

sin el poder del Hijo nadie puede levantarse.

Por el soplo viviente de Aquel quien vivifica todo

dependen los seres vivientes de arriba y abajo.

Y como ciertamente tomó la leche de María,

Él ha dado vida al universo.

Y tal como Él moró en el vientre de su madre,

en su vientre mora toda la creación.

Mudo Él era de bebé, con todo Él da

a toda la creación sus mandamientos.[i]

 

[i]La poesía, originalmente en el idioma siríaco fue traducido del inglés, traducción de Kathleen McVey en Divine Inspiration: The Life of Jesus in World Poetry por Robert Atwan, George Dardess y Peggy Rosenthal. 

«El Altísimo se hizo un pequeño niño, y en Él estaba escondido el tesoro de la sabiduría que bastaba para todos.»
— Efrén de Siria

«Prosigue la encarnación» Romance VII
de San Juan de la Cruz (1542-1591)

 

Ya que el tiempo era llegado

en que hacerse convenía

el rescate de la esposa

que en duro yugo servía

debajo de aquella ley                       

que Moisés dado le había,

el Padre con amor tierno

de esta manera decía:

«Ya ves, Hijo, que a tu esposa

a tu imagen hecho había                

y en lo que a ti se parece

contigo bien convenía;

pero difiere en la carne

que en tu simple ser no había.

En los amores perfectos                 

esta ley se requería:

que se haga semejante

el amante a quien quería;

que la mayor semejanza

más deleite contenía;                     

el cual, sin duda, en tu esposa

grandemente crecería

si te viere semejante

en la carne que tenía».

«Mi voluntad es la tuya                

—el Hijo le respondía—

y la gloria que yo tengo

es tu voluntad ser mía;

y a mí me conviene, Padre,

lo que tu alteza decía,                     

porque por esta manera

tu bondad más se vería;

veráse tu gran potencia,

justicia y sabiduría;

irélo a decir al mundo                     

y noticia le daría

de tu belleza y dulzura

y de tu soberanía.

Iré a buscar a mi esposa

y sobre mí tomaría                         

sus fatigas y trabajos

en que tanto padecía;

y porque ella vida tenga

yo por ella moriría

y sacándola de el lago                   

a ti te la volvería».

 

«Al nacimiento de Cristo nuestro Señor»
de Luis de Góngora (1561-1627)

 

Caído se le ha un Clavel

Hoy a la Aurora del seno:

¡Qué glorioso que está el heno,

Porque ha caído sobre él!

 

Cuando el silencio tenía

Todas las cosas del suelo,

Y, coronada del yelo,

Reinaba la noche fría,

En medio la monarquía

De tiniebla tan cruel,

 

Caído se le ha un Clavel

Hoy a la Aurora del seno:

¡Qué glorioso que está el heno,

Porque ha caído sobre él!

 

De un solo Clavel ceñida,

La Virgen, Aurora bella,

Al mundo se lo dio, y ella

Quedó cual antes florida;

A la púrpura caída

Solo fue el heno fïel.

 

Caído se le ha un Clavel

Hoy a la Aurora del seno:

¡Qué glorioso que está el heno,

Porque ha caído sobre él!

 

El heno, pues, que fue dino,

A pesar de tantas nieves,

De ver en sus brazos leves

Este rosicler divino

Para su lecho fue lino,

Oro para su dosel.

 

Caído se le ha un Clavel

Hoy a la Aurora del seno:

¡Qué glorioso que está el heno,

Porque ha caído sobre él!

 

del Himno a la Natividad
de John Milton (1608-1674)

 

I

 

En invierno de hielo

nació el hijo del cielo,

y envuelto apenas yace en el pesebre.

Por Él Naturaleza

abate sus grandezas

¡que su boato ante el Creador se quiebre!

No es para ella el más propicio instante

de jugar con el sol, su cortejante.

 

II

 

Un canto balbucea

que al aire galantea;

su frente esconde tras la nieve pura;

quiere que sus pecados

aquí quedan nublados

y al velo virginal hurtar su albura;

que el Creador tan bien vea la estremece

cómo la culpa en su extensión florece.

 

III

 

Mas ya calma Él su cuita,

le da la Paz bendita,

la que de hojas de olivo coronada

se lanza por la esfera,

como fiel mensajera;

con sus alas de tórtola anonada

las nubes; y su mágica varilla

de paz inunda al mundo y maravilla.

 

IV

 

De guerra los clarines

no atruenan los confines;

reposan los escudos y la espada,

ni a un carro ni a un auriga

mancha sangre enemiga,

la trompeta no llama a gente armada;

los reyes sienten con temor humano,

que llegó su Señor y Soberano.

 

V

 

La noche está serena,

y hoy el Hijo la llena:

de paz su reino terrenal inicia.

Calladamente el viento

besa el agua en su asiento

y le revela al mar la gran primicia;

Él que olvidando la anterior bravura

ve a las aves posarse en su llanura.

 

VI

 

Los astros asombrados

quedan paralizados

cual renunciando a su preciosa influencia

y no emprenden su vuelo

aunque hay luz en el cielo

y le advierte Venus su presencia;

han de brillar en su órbita encendida

hasta que el Señor mismo lo decida.[i]

 

[i]John Milton. (2009). Himno a la Natividad. Mariano de Vedia y Mitre, trad. Lima: Pontificia Universidad Católica del Perú. 

 

«Al mundo gozo proclamad»
de Isaac Watts (1674-1748)

 

Al mundo gozo proclamad; ya vino su Señor.

Loor sin par y sin cesar cantad al Salvador.

 

Al mundo viene a gobernar con tierna compasión.

Sosegará, perdonará y paz al corazón.

 

Al mundo libra de maldad, bondad nos da y amor.

Reciba al Rey su santa grey al fiel y buen pastor.

 

Al mundo gozo levantad de júbilo canción.

La voz alzad y gracias dad a Dios por su gran don.