Según la ONU, en el 2015 el número de personas que viven fuera de su país de origen alcanzó los 244 millones y unos 20 millones son refugiados. A pesar de los discursos nacionalistas que dicen que los inmigrantes perjudican el país de los reciben, hay fuerte evidencia que dice lo contrario. En realidad, la migración es algo que siempre ha existido, forma parte de la historia de la humanidad. Como dice una nueva canción del artista uruguayo, Jorge Drexler, «Somos una especie en viaje, / no tenemos pertenencias, sino equipaje. / Vamos con el polen en el viento, / estamos vivos porque estamos en movimiento».
Elsa Támez, biblista y teóloga mexicana ha seleccionado y comentado textos bíblicos que cuentan de las historias de migrantes de la Biblia. Conmueven muchas historias bíblicas que hablan de diferentes motivos de viaje: por opresión, por amenaza de muerte, por persecución, por guerra, por hambruna entre otros.
Támez nos recuerda que «hasta Jesucristo, el Hijo de Dios, emigró a nuestro planeta por amor a la humanidad (Filipenses 2:6-7)». Esta colección de historias es impactante para cualquier persona que no haya dejado jamás la comodidad de su tierra para enfrentar los desafíos de la vida cotidiana en otra. También esta colección da consuelo a todos los que hayan tenido que aventurar a otros países buscando mejor vida lejos de la tierra que les vio nacer.
El trabajo de Támez es un excelente ejemplo del poder de la narrativa para no sólo acercarnos al Dios de los migrantes, sino también para animarnos a ser solidarios con ellos en sus luchas. Támez escribe:
«Las historias de migrantes de la Biblia nos han remitido a los migrantes de hoy, y los migrantes de hoy nos han conducido a ver las historias de migrantes de la Biblia con otros ojos. Ambas historias de antaño y de ahora se entremezclan a nuestra mirada de lectores para decir que Dios, quien mora en todos los lugares y culturas, quien comprende y habla todos las lenguas, está siempre presente, en cada uno y en cada comunidad de migrantes, aunque a veces no pareciera. Dios es el que da fuerza, desafía a salir adelante, hace que la gente se conmueva frente a los sufrimientos de los migrantes y que se alegre por su realización como personas dignas. Emigrar es un derecho de todas las personas del mundo, y acoger y respetar al extranjero es un deber de todos y todas. Dios, a través de su Palabra, nos invita a poner el ejemplo como cristianos. La Biblia ofrece criterios que nos ayudan a discernir cuál es la voluntad de Dios frente a los desafíos de la migración.»
Concluye su obra con la Oración del migrante:
Amigo, Jesús, migrante por excelencia,
Tú, que emigraste del cielo por amor,
para mostrarnos el camino,
Tú, que desde el vientre de María saliste
hacia Belén por orden del César,
Tú, que desde pequeño tuviste que huir
con tu familia como los desplazados,
Tú, que no tenías dónde reclinar tu cabeza
por moverte de un lugar a otro,
Escucha mi oración.
Amigo, Jesús,
Tú, que dijiste que eras el Camino,
acompáñame en esta caminata incierta.
Quita las piedras que cortan
y líbrame de los ladrones y narcotraficantes.
Amigo, Jesús,
Tú, que dijiste que eras la Luz,
alumbra mis pasos, ilumina mi mente.
Para que no caiga en malas compañías
y te avergüences después de mí.
Amigo, Jesús,
Tú que dijiste que eras el Pan,
te pido que nunca me falta,
para que pueda compartirlo con otros migrantes
y no muera de hambre en el desierto.
Amigo, Jesús,
Tú que dijiste que eras el Agua,
llena mi cantimplora.
Que cada vez que tenga sed
me acuerde de ti,
porque tu agua es fresca y corre
como ríos de agua viva.
Amigo, Jesús,
Tú que dijiste que eras la Verdad,
muéstramela para sentirme libre.
Cuídame de los policías corruptos,
de aquellas autoridades de migración
que me miran con ojos desconfiados,
como si fuera un criminal.
Amigo Jesús,
Tú que dijiste que eras la Vida,
protege a mis familiares que quedaron atrás,
sé mi chaleco anti-balas,
mi escudo frente a los ataques nocturnos.
Amigo, Jesús,
Sé mi alegría en cada experiencia nueva,
en cada paisaje jamás visto,
en cada persona que me extiende su mano,
en cada salario que reciba por mi trabajo.
Tú eres el Camino, el Pan, el Agua, la Verdad y la Vida,
no me abandones,
para que yo no me olvide de la familia,
aquella que espera con ansias mis remesas.
Amén