Paz para Venezuela

Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán saciados.

Mateo 5:6 RV60

Crédito: AFP 

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Dejé una parte de mi corazón en Venezuela. Pisé tierra venezolana por primera vez cuando tenía diecinueve años en el 2004. Luego de graduarme de la universidad en los Estados Unidos, tuve el privilegio de servir allá como misionero unos cinco años. ¡En esos cinco años aprendí de todo! Lo que me llevé de Venezuela fueron buenos recuerdos y testimonios de las maravillas que Dios está haciendo en y a través de su pueblo allá. 

A pesar de los bonitos recuerdos que mantengo y el cariño que siento por todos mis hermanos y hermanas allá, ahora siento mucho dolor. Siento dolor por un país devastado por la corrupción, arrodillado ante el egoísmo de unos pocos que gozan del bienestar que le corresponde a todos. Siento dolor porque han matado a amigos míos y hermanos en la fe. Hoy miles, sino millones de venezolanos “pasan necesidad” y hambre. A raíz de esta situación, me gustaría ofrecer algunas reflexiones. 

Siento dolor por un país devastado por la corrupción, arrodillado ante el egoísmo de unos pocos que gozan del bienestar que le corresponde a todos. Siento dolor porque han matado a amigos míos y hermanos en la fe.

El egoísmo y la corrupción que han sacudido a mi amada Venezuela no son exclusivos a un partido político ni a una tendencia política (derecha o izquierda) - nacen del pecado. Por lo tanto, ningún partido o tendencia política será la solución definitiva a la crisis que vive el pueblo venezolano. Sólo Jesús puede abrirnos las puertas a una sociedad más igualitaria y justa. 

El egoísmo y la corrupción se hallan en todos los niveles de la sociedad, incluyendo, a veces, la iglesia. Por lo tanto, si los cristianos esperamos un cambio para todo el país, debemos comenzar con nosotros mismos. La iglesia debe funcionar como una sociedad contraste, un ejemplo de sociedad para el mundo. Si no marcamos la pauta nosotros, la sociedad seguirá probando modelos (tanto de derecha como de izquierda) que no aciertan del todo. 

El egoísmo y la corrupción deben ser denunciados con alma profética. Cuando los cristianos no denunciamos los males de nuestra sociedad, nos volvemos cómplices silenciosos del mal. Nuestra denuncia de la opresión y la injusticia debe estar acompañada siempre por una práctica libertadora de justicia y de paz. La tradición cristiana de la resistencia pacífica debe formar parte de nuestra espiritualidad cotidiana. 

Cuando los cristianos no denunciamos los males de nuestra sociedad, nos volvemos cómplices silenciosos del mal. Nuestra denuncia de la opresión y la injusticia debe estar acompañada siempre por una práctica libertadora de justicia y de paz.

El egoísmo y la corrupción que vemos en la sociedad no deben ser motivo de nuestra retirada a las cuatro paredes de la iglesia. Más bien, un análisis del estado actual de nuestro pueblo debe llevarnos a amar (incluso a nuestro enemigo) y buscar la reconciliación de todos porque somos embajadores de Cristo Jesús. Una iglesia que es sal y luz no puede esconderse en su local y continuar su camino como si no pasara nada. Debemos caminar por las calles con Jesús. 

 

Muchos sugieren que en las iglesias no deben tocar temas políticos. A mi parecer, es sabio evitar temas partidarios pero la vida de la pólis, de la sociedad nos interesa a todos. A Dios le importan las relaciones sociales, como vivimos en comunidad. Sin embargo, los cristianos no deben jurar su lealtad a ninguna bandera ni deben militar ciegamente en un partido político. Nosotros, los cristianos, somos discípulos de Cristo. Nuestro estado es el reino de Dios. Nuestra esperanza es la vida con Jesús ahora. Y nuestra ética es el amor al prójimo. 

 

No debemos espiritualizar el conflicto en Venezuela y decir que todo lo que está pasando es por causa del pecado del pueblo. (Espiritualizar el conflicto sería restarle importancia a la ética y los comportamientos sociales de los actores políticos.) Venezuela es (o era) un país democrático y su bienestar depende de la participación (partidaria y no) de los ciudadanos. De una u otra forma, todos somos responsables por el estado de nuestra sociedad.

 

Tampoco debemos decir que Dios eligió a dedo a los gobernantes y que debemos someternos a ellos sin jamás cuestionar su legitimidad (lean los escritos de Pedro y Pablo sobre el tema en su debido contexto sociohistórico). Venezuela está como está por una cantidad de razones políticas y socioeconómicas además de la decadencia moral de los aparatos del poder estatal. 

 

Por eso, yo oro por una solución pacífica y democrática para Venezuela. También le pido a Dios que su iglesia pueda ser modelo de sociedad desinteresada, modelo de amor y reconciliación. Le pido a Dios que cesen la represión, las muertes y el hambre. A Dios le pido paz por el pueblo amado de Venezuela. 

 

Y mientras oro, voy a seguir insistiendo en el amor amando al prójimo, en la reconciliación perdonando a los que se oponen al bien y voy a seguir insistiendo en el reino de Dios como único modelo político para el bienestar de todos los ciudadanos viviendo según la ética del reino enseñado por Jesús en el Sermón del Monte.