Los cristianos, para ser «luz del mundo», no deben tener la pretensión de brillar. Deben olvidarse de la ilusión de dar luz a los otros con la propia inteligencia. E intentar desterrar la oscuridad y el caos que nos rodea con una pizca –abundante– de locura. Se trata, en sustancia, de borrarse del club de los sabios de este mundo y pedir la admisión en el de los necios.
Iglesia y espiritualidad
El desafío de la iglesia hoy no es elegir entre ser una iglesia “espiritual” o una iglesia “trabajadora” como si lo “espiritual” quedara simplemente en la contemplación silenciosa de Dios y su Palabra. El desafío de la iglesia hoy es saber aferrarse a Jesús, acercarse a Él en silencio y oración contemplativa para luego, con valentía y osadía, salir al mundo en que vivimos con los brazos abiertos y con palabras de amor y esperanza.
Tolstói, Dostoievski y la gracia de Dios
Evangelios molestos
Lamentablemente, la mayoría de los cristianos hoy experimentan más incomodidad al contemplar a sus hermanos que al leer los evangelios. Es fácil ver la hipocresía de otros creyentes, juzgar su incoherencia y sentir rechazo por su falta de misericordia. Lo que es bien difícil es ver nuestra hipocresía, juzgar nuestra incoherencia y sentir rechazo por nuestra propia falta de misericordia.